Capítulo VIII. Libro II. Goethe, JW von. 1917. Aprendizaje de Wilhelm Meister. Vol.. XIV. Harvard Classics estante de la ficción

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JW von Goethe (1749-1832). Aprendizaje de Wilhelm Meister.

El Harvard Classics Shelf of Fiction. 1917.



Libro II

Capítulo VIII



Sentimientos de W ILHELM, al volver a casa después de esta conversación, se pueden imaginar fácilmente. Todos sus viejas heridas se habían roto de nuevo, y el sentimiento, que Mariana no era del todo indigno de su amor, de nuevo se habían traído a la vida. El interés que el anciano había mostrado sobre su suerte, los elogios que le dedicó en contra de su voluntad, ella vuelve a aparecer en todo su atractivo. Es más, incluso las amargas acusaciones presentadas en su contra ninguna parte que podría bajar su en opinión de Wilhelm, porque, al igual que ella, era culpable de todas sus aberraciones, ni siquiera su silencio final, parece muy censurable, sino que más bien le inspiró pensamientos tristes. Él la vio, como una madre débil, mal socorrido, vagando sin poder hacer nada sobre el mundo; vagando quizá con su propio hijo. Lo sabía, y lo que no sabía, se despertó en él las emociones painfulest. 1

Mignon había estado esperando por él, ella le encendió arriba. En el establecimiento por la luz, le rogó que le permitiera, por la noche, le felicito a con un pedazo de su arte. Él preferiría haber disminuido este, especialmente en lo que él no sabía lo que era, pero él no tenía el corazón para negarle nada este tipo criatura deseaba. Al cabo de un rato volvió entró Llevaba una pequeña alfombra de debajo de su brazo, que luego se extendió a cabo en el suelo. Wilhelm dijo que podía continuar. Ella interpuso entonces cuatro velas, y se coloca una sobre cada esquina de la alfombra. Una pequeña canasta de huevos que llevaba en ella al lado, hizo su propósito más claro. Midiendo cuidadosamente sus pasos, ella caminó hacia adelante y atrás en la alfombra, la difusión de los huevos de ciertas figuras y posiciones: la que hace, ella llamó a un hombre que estaba esperando en la casa, y podría jugar en el violín. Se retiró con su instrumento en un rincón; ató una venda sobre los ojos, dio una señal, y, como un pedazo de ruedas trabajo establecido un curso, ella comenzó a moverse en el mismo instante que la música, acompañando a sus ritmos y los notas de la canción con los trazos de un par de castañuelas. 2

Ligeramente, con agilidad, rapidez, y con una precisión hairbreadth, que llevaba en el baile. Ella saltó tan bruscamente y seguramente a lo largo de entre los huevos y pisó tan de cerca por su lado, que uno habría pensado cada instante tenía que pisar uno de ellos en pedazos, o dejar el resto a la basura en sus vueltas rápidas. De ninguna manera! Ella tocó ninguno de ellos, aunque sinuoso misma a través de sus laberintos con todo tipo de medidas, anchos y estrechos, más aún, incluso con saltos, y en el último medio arrodillado. 3

Constante como el movimiento de un reloj, corrió a su rumbo, y la música extraña, en cada repetición de la melodía, dio un nuevo impulso a la danza, recomenzar una y otra vez de salir corriendo como al principio. Wilhelm estaba muy llevado por este singular espectáculo, se olvidó de sus preocupaciones, sino que seguía cada movimiento de la pequeña criatura querida, y se sorprendió al ver cómo finalmente su personaje se desarrolló como se procedió en la danza. 4

Rígido, agudo, frío, vehemente y en posturas suaves, majestuoso lugar de atractivo: tal fue la luz en la que se le mostró. 5

En ese momento, sufrió a la vez todas las emociones que había sentido por Mignon. Tenía ganas de incorporar este ser abandonado a su propio corazón, para tomarla en sus brazos, y con el amor de un padre a despertar en ella la alegría de la existencia. 6

El baile se terminó, se puso los huevos juntos suavemente con el pie en un pequeño montón, dejó detrás de ninguno, ninguno herido, luego se colocó a su lado, tomando la venda de los ojos, y concluir su actuación con una pequeña reverencia. 7

Wilhelm le dio las gracias por haber llevado a cabo, por lo que graciosamente y de forma inesperada, un baile que había deseado mucho que ver. Él le dio unas palmaditas; sentía que había cansó mucho. Él le prometió un traje nuevo, a lo que ella respondió con vehemencia: "El color!"Esto también le prometió, aunque no sabiendo muy bien qué quería decir con ello. Luego levantó los huevos, tomó la alfombra bajo el brazo, le preguntó si quería algo más, y saltó por la puerta. 8

El músico, de ser interrogado, dijo que, desde hace algún tiempo, había tenido muchos problemas en a menudo cantando sobre la melodía de esta danza, el conocido fandango, para él, y la formación de él hasta que pudo tocar con precisión. Por su parto, lo mismo le había ofrecido algo de dinero, que, sin embargo, que no aceptaría. 9

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